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domingo, 16 de octubre de 2016

Relato de los Guardianes de la Muerte: Revelaciones.

El retumbar de la thunderhawk llenaba el habitáculo dónde los cuatro astartes estaban sujetos por los anclajes de los asientos, mientras la nave daba tumbos entre las turbulencias debido a la atmósfera caótica y hostil del planeta en el que estaban incursionando. La mirada del hermanos Tarsus era puro acero indescifrable salvo para un puñado selecto de hermanos de su capítulo, portando las insignias de su rango dentro del capitulo especial que formaban parte.

A su lado, un rabioso e inquieto lobo espacial, no hacía mucho que había ingresado y no estaba muy conforme, aunque cumplía con excepcional pulcritud sus tareas asignadas. Por otro lado estaba el hermano Heredio, con su semblante adusto, su actitud altiva y cuadriculada, un claro ejemplo de los ultramarines, al lado de este estaba el hermano Karandu, del mechanicus, con sus salmos y parafernalia ritualistica. Y finalmente, estaba él, de las filas de los puños imperiales.

Era un grupo muy dispar pero eficiente y de eso se trataba, aún recordaba perfectamente la escena con el inquisidor y su superior en la guardia de la muerte. La misión altamente peligrosa, urgente y necesaria. Aunque todo era realmente necesario para garantizar la paz y seguridad del imperio...
Un brusco bote de la nave le hizo salir de sus pensamientos, mientras el hermano Karandu miraba su incensario en el suelo, consternado mientras murmuraba lúgubres palabras. LA comunicación con el piloto fue clara, la tormenta había dañado un ala y unas baterias antiaereas estaban ayudando al proceso de ir a estrellarse.

Con absoluta calma el hermano tarsus ordeno a los pilotos buscar una zona de salto, mientras su escuadra se preparaba inmediatamente. Un proyectil sin detonar agujereo el espacio desde el casco pasando por donde estaban hacia el otro lado, llenandose el sitio con un vendaval ensordecedor. Gracias a sus visores no perdieron visibilidad, bastante importante en esos momentos.
-Hermanos, preparaos, la gloria del emperador nos espera.

El resto se unió con una mezcla de gestos, gruñidos y diversas palabras, colocandose en posición, la nave zozobraba azotada por las inclemencias y el intenso fuego que estaba recibiendo, del que apenas podía ver y por tanto, esquivar, repeler o ya ni digamos devolver.

La pericia de los pilotos era notable, consiguiendo estabilizarse al lado de un saliente, al que saltaron de inmediato los cuatro de la escuadra de la guardia de la muerte, revisando su equipo y estableciendo un orden de entrada hacía su objetivo, algo lejos aún. Al amparo de los estruendos, el fulgor de las baterias antiaéreas, la tormenta, se adentraron en la oscuridad de las profundidades...

Los enormes conductos, cruzados por un millar de otros menores pero todos más grandes que ellos, llenos de inmundicia y vapores nocivos, señalaba claramente quien dominaba en aquél lugar. Orkos..., algo que despertaba en todos no precisamente halagueños sentimientos, pero hasta el visceral lobo espacial se controlaba por el bien de su tarea. Observando con calma, esperaban a que pasara una patrulla o que terminara de pelearse o aprovechando eso mismo para cruzar a otro lado. Todo como sombras, fugaces y furtivas, adentrándose en el corazón de sus hordas.
-¿No podemos crujir algunos cuellos? -comentó el hermano Helgar, el lobo espacial.
-No, alertaría a nuestros enemigos -respondió Heredio

Un gruñido de protesta tras la señal de Tarsus fue suficiente para acallar lo que prometía ser una larga e intensa disputa a ninguna parte. Continuando su avance esta vez lleno de una tensión adicional, una que no quería precisamente. Pero que tendría que tener en cuenta y lidiar cuando fuera oportuno.
El tono de las estructuras iba pasando de una tosquedad brutal a una más refinada y desgastada, a medida que se internaban en las profundidades y en los restos de unas ruinas de otra civilización usurpada, ahí el hermano del mechanicus se adelantó, evaluando con sus salmos y el inciensario, con un ronco zumbido de sus servomotores y el respirador artificial, señalando diversas trampas antiguas, la mayoría desconectadas pero otras aún conservaban energía.

Tras nuevos corredores, más estrechos y organizados, dieron paso a una vasta sala abovedada con columnas imposibles, toda una arquitectura milenaria y alienigena, una que conocían bien, aquello tenía la mano de los eldar. Y precisamente una figura eldar los observaba en las sombras, vigilando sus pasos. Tampoco se demoraron mucho en ese lugar, lo que posiblemente les había salvado la vida.
Siguieron su camino, ahora mucho más rápido ya que no tenían interferencias, más allá de comprobar la ruta, entonces el hermano mechanicus asintió, estaban en el sitio. Por lo que este empezó con sus servos mecánicos auxiliares y su brazo articulado, a abrir un camino mientras el resto tomaba posiciones defensivas.

-Una vez el hermano abra el pasaje, lanzamos las cargas de pantalla, las fragmentadoras y entonces sales tú hermano Heredio para abrir una cortina de fuego, mientras tú hermano Helgar y yo lanzamos la carga contra el objetivo. Y ya pasamos a la ruta de escape.

El resto asintió como mucho, ya habían repasado el plan decenas de veces, nada podía salir mal, al menos es lo que decía el hermano Heredio códex en mano. El tiempo pasaba agónicamente, tenso en la espera, cuando faltaba poco el hermano del mechanicus dio el aviso y todos se tensaron, cuando las últimas porciones de terreno cayeron, lanzaron de inmediato varias capsulas de humo y cegadoras seguidas de otras fragmentadoras mientras Heredio subía a toda prisa, empezando a disparar ráfagas de bolter pesado a su alrededor.


Es entonces cuando Helgar con un aullido de desafio y Tarsus subieron a continuación, quedándose el hermano del mechanicus para proteger la vía de escape y abierta. Lo que se encontraron al subir entre los cascotes, inmundicia y cuerpos abiertos entre sangre y visceras fue una sorpresa, pues los Orkos ya estaban luchando contra otro enemigo que aparecía y desaparecía, fugaz, lanzando ataques relámpago antes de desvanecerse, eldars...

El gran lider orko dirigía la lucha, con gran frustración, ajeno a la nueva amenaza, hasta que sus guardaespaldas empezaron a ser troceados sin piedad. Girandose y viendo a los marines, lanzó un grito de guerra con estruendo y se lanzó a la carga, apartando de un empellón al lobo espacial arrojandolo a una masa de orkos cercana en la que desapareció engullido por estos. El hermano heredio dirigio sus rafagas de bolter pesado hacía la enorme figura, que se protegió con su garra, siendo destrozada lentamente, cuando algo le sobresaltó, ya que un chorro de sangre y visceras, fluidos varios y trozos mecánicos surgió a chorro del hueco por el que habían entrado, aunque no había dejado de disparar, ese breve lapso de tiempo fue suficiente para ver cómo la colosal figura del lider orko se estampaba con fuerza contra él, atravesando las capas de ceramita como si fuera mantequilla y empezando a despedazarlo.

El hermano Tarsus pudo librarse por fin de los guardaespaldas que restaban y se lanzó con su puño de energía y su pistola combibolter hacía el pesado coloso orko, con un rugido triunfal, de entre la masa pielverde salió embadurnado en sangre enemiga el lobo espacial, con media armadura destrozada, uniéndose al combate, coordinandose mientras evitaban los feroces golpes del lider orko.

La lucha era titánica y el enemigo feroz, no pocas veces se libraron de la muerte por poco, pero cuando parecía que no iban a derrotarle a tiempo, un impacto lejano le desequilibró lo justo para que Helgar le cercenara un brazo y Tarsus pudiera colar una rafaga entera en el craneo de la gran bestia pielverde, acabando con su vida.

Observando a su alrededor vieron que una nueva fuerza había entrado en escena, estilizadas y ágiles armaduras de asalto, junto a tanques gravíticos, con una alta potencia de fuego, los Tau habían hecho acto de presencia. Era momento de irse, enviarían a sus negociadores cuando estuvieran debilitados por la limpieza de la horda pielverde, con sus refuerzos en camino. Ahora restaba irse sin que se percataran de su presencia...

Mientas tanto, en una zona elevada, en la penumbra, dos figuras, una con un rifle de alta potencia humeante y otra con un libro de anotaciones, observaban todo. Sus armaduras oscuras con bordes dorados y hombreras rojas.

-¿Has tomado nota de todo, Hermano?
-Por supuesto, buen tiro, Hermano, ¿es el nuevo prototipo?
-En efecto, ¿me pasas ahora mi sombrero?


El otro asintió acercándole su sombrero de ala ancha, que extrañamente llevaba pero no iba a cuestionar al líder de exploradores. Era hora de irse, ya habían hecho su trabajo, probado teorías y armamento y recuperado valiosa información, aparte de haber ayudado a la guardia de la muerte, una vez más, sin que lo supieran.

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